que anoche pudiera decir íntimamente que soy directora.

Lo fabuloso de dirigir una obra es poder presenciar los hechos que la hacen cada vez más profunda e intensa. Poder vivir la experiencia de presenciar los hechos que la encajan en las raíces de la cultura de una sociedad.
Si has leído mi texto en el que manifiesto mi compromiso con la Hemoficción, ya sabrás lo que los hechos importantes de la historia y sus protagonistas significan para mi como artista y como persona.
Yo encontré en la Hemoficción la posibilidad de materializar los anhelos que me han acompañado desde muy pequeña.
Y con la obra Nuestra Señora del Rostro Rasurado, siento que estoy comenzando a vivir los cimientos de una visión casi clásica de mi ser artista.
Sé que esta obra será un hito en la interminable lista de obras que marcan a la humanidad. Y lo puedo decir sin miedo a la sobvervia (aún conmi acento de argentina básica) porque la única función que yo tengo como directora y actriz es llevarla a los escenarios. Yo no la he creado, sólo soy quién se animó a subirla al escenario. Quién no pudo resistirse a gritar a los cuatro vientos todo esto que muestra y denuncia Nuestra Señora del Rostro Rasurado
Ayer, mientras escuchaba a Lorenzo Mijares hablar con Juan Trigos sobre las últimas funciones de esta magnífica obra y de todo lo que podremos a hacer con ella, y todo lo que significa para los implicados, me di cuenta de una manera completamente distinta a cualquier otra ocasión de que era directora de teatro.
No sé cómo explicártelo de mejor manera. Anoche, supe que era directora. Que todos estos años dirigiendo habían conseguido que anoche pudiera decir íntimamente que soy directora.
 Gracias!

1 comentario:

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