las hojas de los árboles caen cada otoño.
Es un ritual del tiempo. añejo.
Se repite cada año, cada siglo.
Nada hace detener tal fuerza vital, natural.

Así es el mundo, así es el tiempo.
recorre y vuelve a recorrer cada fragmento de existencia
y nada lo detiene.
Los barcos parten, los niños crecen, los viejos mueren.
La piel herida cicatriza,
y tus ojos se pierden en el tiempo.
Es así.
No puedo frenar (nunca podré hacerlo)
esta especie de fuerza natural que lleva
existencia.

Me entristece?
sí, claro.
duele? por supuesto.
Pero no hay remedio que sane lo que no es enfermedad,
sino simple realidad repetida entre los años
que cuentan mis manos,
como si se tratara de una fina arena escurridiza,
 dorada. Llena de mar
                        que lucha por regresar al océano.
Furiosa y medieval.

Las hojas de los árboles caen.
No hay misterio en esa realidad.
Es así.
La muerte se lleva los honores de la sorpresa,
pero en realidad, es un evento repetido
desde que somos quienes somos
en este mundo de ríos que recorren
 y mares que suben y bajan la marea.
no hay misterios en la naturaleza.
y la tuya siempre fue una sonrisa vegetal al parecer.

No confundan por favor, estas palabras.
Acá no hay muerte,
solo cayeron las hojas de los árboles de mi patio
y no comprendo el tumulto de una muerte


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