eso que necesitamos o Un artista no puede estar inmiscuido en su obligo
"Te lo pongo sobre el tocador" le digo a la actriz antes del ensayo general. Voy, y dejo unos objetos sobre una silla azul de plástico. Eso es el tocador? Sí. Es teatro.
Decía Artaud que el teatro es el doble de la realidad. y no para repetir de manera aburrida como ya se hacía en los tiempos de este maravilloso filósofo del teatro. El teatro me da la posibilidad de recrear la necesidad de entender la realidad. Es una fuente de imaginerías. Un extremo total de juego en el que yo vuelvo a representar la realidad que me nutre o me sofoca.
Disfrazarse, pintarse, aprender un texto, unas intenciones son pequeños actos que me exponen como ser humano ante una de las posibilidades más concretas de poder acceder a aceptar qué es lo que hemos hecho de la realidad la humanidad. Eso mismo que hacemos sobre un escenario, es lo que hacemos sobre el suelo de un planeta que habitamos.
Poder vivir esa sensación nos proporciona como seres humanos la claridad necesaria para aceptar lo que nos hace humanos.
Mientras los actores sigan preocupándose por cosas que no tiene que ver con la naturaleza del teatro, seguiremos llenando salas y no diciendo nada.
No consiguiendo enriquecer nuestra humanidad. Parece que es imposible que el actor entienda que cuando sube al escenario está haciendo algo más grande que interpretar un personaje. Casi diría que es lo de menos. Parece que es imposible que el actor acepte que lo menos importante es su vivencia.
Un artista no puede estar inmiscuido en su obligo. Un humano que quiera ser artista tiene que aceptar que es un eje fundamental del enriquecimiento de la humanidad. Que sus hechos concretos son ínfimos. Que nada de lo que le suceda es importante si refina la humanidad.
Un actor no debe subirse al escenario para mostrarse y gustar. Menos el actor talentoso.
Un artista debe trabajar feliz por poder acceder a las tripas de lo que significa ser humano.
Construir una realidad sobre la misma realidad que siempre intentamos modificar
Decía Artaud que el teatro es el doble de la realidad. y no para repetir de manera aburrida como ya se hacía en los tiempos de este maravilloso filósofo del teatro. El teatro me da la posibilidad de recrear la necesidad de entender la realidad. Es una fuente de imaginerías. Un extremo total de juego en el que yo vuelvo a representar la realidad que me nutre o me sofoca.
Disfrazarse, pintarse, aprender un texto, unas intenciones son pequeños actos que me exponen como ser humano ante una de las posibilidades más concretas de poder acceder a aceptar qué es lo que hemos hecho de la realidad la humanidad. Eso mismo que hacemos sobre un escenario, es lo que hacemos sobre el suelo de un planeta que habitamos.
Poder vivir esa sensación nos proporciona como seres humanos la claridad necesaria para aceptar lo que nos hace humanos.
Mientras los actores sigan preocupándose por cosas que no tiene que ver con la naturaleza del teatro, seguiremos llenando salas y no diciendo nada.
No consiguiendo enriquecer nuestra humanidad. Parece que es imposible que el actor entienda que cuando sube al escenario está haciendo algo más grande que interpretar un personaje. Casi diría que es lo de menos. Parece que es imposible que el actor acepte que lo menos importante es su vivencia.
Un artista no puede estar inmiscuido en su obligo. Un humano que quiera ser artista tiene que aceptar que es un eje fundamental del enriquecimiento de la humanidad. Que sus hechos concretos son ínfimos. Que nada de lo que le suceda es importante si refina la humanidad.
Un actor no debe subirse al escenario para mostrarse y gustar. Menos el actor talentoso.
Un artista debe trabajar feliz por poder acceder a las tripas de lo que significa ser humano.
Construir una realidad sobre la misma realidad que siempre intentamos modificar
