Ella era una niña cuando se metía a escondidas entre las rodillas de los generales y coroneles. Bajo la mesa, sus cuclillas infantiles le permitían escuchar charlas sobre las decisiones que se tomaban. El tacto de la tela de esos pantalones color verde, esa aspereza prolija, esa sensación le duró toda su existencia. Ella creció escuchando aquellas charlas llenas de política. De grandes afirmaciones. De fuertes discursos por la patria. Su vestido todavía de tul y seda, su cara angelical, todo en ella era la de una niñez impecable. Aun así tenía permiso para hacer travesuras: ella podía esconderse jugando a no ser vista y escuchar conversaciones de señores grandes que querían gobernar el país en donde ella crecía. Desde el escritorio, su padre la miraba esperanzado. En ella, con su angelical mirada para hacer travesuras veía un triunfo absoluto. A ellos le tocaba la difícil tarea de ir con toda la violencia y la muerte para hacer de este, un país serio. Un país insertado en el mundo